Mamerto Esquiú / EL AMOR, LA HUMILDAD Y LA SABIDURIA

Mamerto Esquiú / EL AMOR, LA HUMILDAD Y LA SABIDURIA

El sábado 4 de septiembre, en Catamarca (Argentina), fue beatificado Fray Mamerto Esquiú. Cura del pueblo, obispo, docente, periodista, legislador, defensor de la Constitución Argentina y la Patria. El Papa Francisco reconoció como “milagro” la recuperación de una beba recién nacida con una enfermedad mortal. La nena estuvo ayer en la ceremonia.

 

Al nacer en Tucumán en 2015, los médicos certificaron que Ema sufría de osteomilietis femoral necrosante. Esta es una infección progresiva de los huesos y la médula. Sus padres recibieron la terrible noticia de que, para su sobrevivencia, le debían amputar una de sus piernitas.

Mamá y papá le rezaron a Dios y a Fray Mamerto Esquiú. Inexplicablemente en términos médicos, a los doce días, la bebita no presentó ningún síntoma de la fatal enfermedad y se encontraba totalmente sana.

Ayer, Ema, la “nena del milagro”, de seis años, hizo llorar a todos y todas cuando con sus tiernos  pasitos llegó hasta el altar principal de la iglesia de Piedra Blanca, el pueblito catamarqueño en donde nació en 1826 Fray Mamerto Esquiú.

El caso llegó a la orden franciscana. Esquiú había sido declarado siervo de Dios en 2005 y venerable en 2006. El 24 de abril de 2019 la Comisión Teológica de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano dio por aprobado el milagro.

En tanto, el 21 de noviembre de ese año en Roma la Consultación de los Médicos de nivel internacional convocada por la Santa Sede declaró la inaplicabilidad del milagro atribuido a la intercesión del fraile franciscano. Finalmente, fue decretado beato por el papa Francisco el 19 de junio de 2020.

 

Ciencia y Fe

Mamerto Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en la localidad catamarqueña de San José de Piedra Blanca y falleció el 10 de enero de 1883 en La Posta de El Suncho.

Fue fraile, sacerdote, obispo, docente, periodista y reconocido legislador, destacado por su encendida defensa de la Constitución Argentina de 1853. “Fray Mamerto Esquiú fue un hombre muy sabio y esa sabiduría le daba una gran humildad, porque la sabiduría va asociada a la humildad, así como la ignorancia va asociada a la soberbia. Esquiú tenía eso, sabiduría y sobre todo humildad”, dijo el historiador y biógrafo de Esquiú, Mario Daniel Vera.

Sus predicaciones eran famosas. El amor a Dios, junto al compromiso político y la sujeción a la ley, como demostración de la caridad, encendían. El 9 de julio de 1853, el gobernador de Catamarca Pedro José Segura le solicitó que oficie el Te Deum. Ese día, después del oficio religioso, se debía jurar la nueva constitución liberal realizada por Asamblea Constituyente reunida en Santa Fe. El gobernador estaba confiado que el ilustre predicador haría su sermón en contra de dicha constitución, por ser esta liberal y promover la libertad de cultos (cuestión inadmisible para el pensamiento de la época) pero para asombro de todos los presentes comenzó su sermón con estas famosas palabras: “Laetamur de gloria vestra” (nos alegramos con vuestra gloria…)” y prosiguió recordando la historia de desuniones y de guerras civiles argentinas, y se felicitó por la sanción de una constitución que traería nuevamente la paz interna, que no fuera discutida por cada ciudadano, que no se le hiciera oposición por causas menores, y que el pueblo argentino se sometiera al poder de la ley diciendo explícitamente: “Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin ley no hay patria, no hay verdadera libertad, existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra…”

Esquiú no pudo terminar el sermón. Los fieles reunidos comenzaron a vitorearlo y aplaudir de manera enfervorizada y fue con estas palabras que la resistencia a la jura de la constitución fue vencida por un desconocido cura de una provincia norteña.

 

TRABAJO Y MUJERES

Esquiú creó un “Taller de la Sagrada Familia”, integrado por mujeres obreras pobres que habían quedado sin trabajo o no lo tenían. Ofrecía a la mujer necesitada un lugar donde trabajar honradamente. Esquiú es definido como síntesis de santidad y patriotismo, donde la obediencia a la ley es cimiento; “sin ella no hay orden, libertad, ni patria”

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