DEJÁNDONOS SEDUCIR

Por encantos, sabores, colores y aromas. Desde la atención, los aperitivos, la entrada, el vibrante tinto, los deliciosos platos principales y el encantador postre. Maravillas a disfrutar en el bistró José Balcarce.

Por Dario Illanes

Lunes poco antes de las 21 en la antigua y salteñísima casa de la esquina de Mitre y Necochea. Al ingresar, en compañía de la periodista Andrea Sztychmasjter, comenzamos a dejarnos rodear por las amables vibraciones del salón de JB.

Ana, la simpatiquísima moza, nos sugiere donde sentarnos. Luego llega Rafa, el creador de los tragos de autor, trayéndonos dos frescos aperitivos. Para Andrea, un “Cynar Julep”, y “Bon Vivant” para éste narrador.

El primer trago, conocido internacionalmente, se compone del cynar italiano, en éste caso de alcachofas; menta, jugo de pomelo y almíbar. El “Bon Vivant” es un trago creación del “caribeño” Rafa. Una brillante combinación de agua de tamarindo, pomelo, limón, almíbar de vainilla y whisky. Desde la boca, el olfato, la vista, los sentidos disfrutaron. Nada nos importó intercambiar con Andrea las bebidas.

Aún estábamos paladeando los sabrosos coctails cuando arribó la vistosa entrada: ceviche de surimi, langostinos, pescado blanco, crocantes chancas, picante sutil, cebolla morada, embebido todo en una impactante vinagreta. Además de las bonitas tonalidades, los sabores estallaron en la boca, placenteramente.

Alrededor de las 22 del lunes, las catorce mesas estaban ocupadas. En el salón certeramente iluminado se destaca la regia araña forjada, con 20 lámparas tipo velas. Si bien los altos techos y las rústicas pero bonitas paredes pétreas permiten una acústica adecuada, lograban percibirse las voces salteñas junto a las de otras provincias, como acentos franceses y anglosajones.

Y llegaron los platos principales, traídos por Daniel y Rafa.

Maravillosa fiesta

Andrea fue homenajeada con agnolottis, la pasta originaria del Piamonte italiano. Rellenos con hongos de Cerrillos y queso criollo, cubiertos discretamente con jugo tomate, aceite de cedrón y un generoso centro de sardo.

El otro plato, generosas costillitas de cerdo anteño, confitado, horneado lentamente en su propia grasa. Acompañado de un ragout de calabaza (no confundir con puré) mixturado sabiamente con cayote y tocado con chutney, cebolla morada y rúcula. A destacar: el pan propio, blanco, miga buena.

En cada bocado se hizo el disfrute, la sensual fiesta de fragancias, colores, calideces y suaves delicias. Comer es un placer. Dice la ciencia que por razones químicas, vinculado a respuestas hormonales liberadas por el cerebro. Está bien, pero la explicación racional queda escueta cuando se trata de los deleites en José Balcarce. Pues no define la maravillosa fiesta de los sentidos regocijados.

Y como si fuera poco, las copas habitadas por un exquisito tinto de altura: Coquena Malbec (2019), de San Pedro de Yacochuya. Rojo brillante y límpido, reflejos violáceos, aroma intenso, frutal, especiado, con toque de roble. Taninos firmes y maduros, equilibrada acidez y final largo. O sea, boca entre fresca y corpulenta. Cada sorbo, un poema calchaquí.

Y el dulce final feliz, el postre. En la mesa, dacquoise, una galleta merengada, manzana verde a la par; todo abundantemente acompañado con helado de turrón salteño, acariciado por gel de arándanos y yerba buena. Placer de ángeles.

Que dudas caben. Los disfrutes son en José Balcarce. Dejate seducir.