Los seres humanos nos diferenciamos de los animales en algo básico: somos capaces de hacer daño intencionalmente y odiar. En cambio ellos, supuestamente inferiores, sólo saben amarnos incondicionalmente.
Razonamiento, conciencia, aprendizaje, lenguaje simbólico, abstracción, voluntad propia, creatividad, empatía, son algunas de las características de los seres humanos. Con tremendos dones hemos conquistado la tierra, creado maravillas tecnológicas y conmovedoras obras de arte. Como también destruir la naturaleza y a los semejantes.
Indudablemente entre los animales no hay un Einstein o un Messi. Pero tampoco poderosos o vulgares codiciosos asesinos.
Junto a nosotros, derraman, cotidiana e incesantemente, el mayor capital que poseen: sentimientos puros, generosos, sin cálculos, desinteresados. Hasta la muerte.
“El buen hombre sabe que sus animales sienten, en cambio el malvado nada entiende de compasión”, dice la Biblia (Proverbios 12:10) Tal vez por esto alguien escribió: “Algunos ángeles no tienen alas, sino cuatro patas”
Están, siempre
El Día del Animal se conmemora en Argentina el 29 de abril. Esto fue en homenaje al fallecimiento de Ignacio Lucas Albarracín, un abogado cordobés que luchó por los derechos de los animales.
El impulsó la Ley Nacional de Protección de Animales (N° 2.786), promulgada el 25 de julio de 1891. La norma es la base legal incorporada en la Liga Internacional de los Derechos del Animal (1977) y la ONU.
Estudios comprobaron que – por ejemplo los perros – sienten amor. Pero el amor que sienten no se agota con malos momentos, el tiempo, el maltrato o la convivencia.
Ellos están libres de emociones dañinas, como orgullo, envidia, resentimientos, rencores, codicias.
Quienes tenemos la gracia de tal compañía franca, sabemos que también se comunican con nosotros. Y cuando necesitamos una mano, y no llega, allí estará él, moviendo la cola y dándonos su pata.