Familias enteras, abuelas y bisnietas, trabajadores sin derechos, aunadas por la fe, la humildad, el servicio y la solidaridad. Conmovedora, amorosa movilización popular.
Está fría la mañana del viernes 15 de septiembre, frente a la Catedral de Salta. Son las 8 y ha terminado la misa de las 7, celebrada en el atrio sobre la calle España, entre el santuario y la plaza Nueve de Julio. Pese a la hora, los alrededores están poblados.
Una jovencita, con un bebé en brazos, ofrece – gratuitamente – bollitos caseros. Se llama Guadalupe, y Diego el pequeño. Sabrosísimo el bienvenido pancito. Y a pocos metros, un tablón con mantel, repleto de panes salados y dulces, como también ricas porciones de pastafrolas.
Nos acercamos al mesón y a quien dirige el servicio.
- ¡Riquísimo el bollito señora! ¿Cuál es su nombre?
- ¡Muchas gracias! Me llamo Beatriz Balderrama.
- ¿Los hace usted?
- Los hacemos entre toda la familia, venimos de barrio Democracia (zona sudeste). Ella es mi nieta Guadalupe, el bebé es Diego, mi bisnieto; y ayudan mis bisnietas Tiamara, Tiziana, Cristian, Patricia… – señala la gentil salteña.
- Veo que tienen mucho para ofrecer, ¿cuántos kilos de harina tuvo que usar?
- ¡Todo es poco para el Señor y la Virgen! Acá, para lo de hoy, necesité 40 kilos.
Ante nuestra consulta, Beatriz dijo que el dinero sale de sus bolsillos. El generoso servicio lo iniciaron, en la plaza, hace ocho años. Antes se instalaban en Río Blanco “para esperar a los peregrinos de San Antonio de los Cobres y la Puna”.
La familia Balderrama no estaba sola entre tanta solidaridad concreta.
Rosalía Romero, de jóvenes 87 años, junto a hijas, hijos, nietos y bisnietos ofrecen sobre calle Zuviría sándwiches de paleta y queso, bollitos, facturas, café, mate cocido, té. Ellos provienen de barrio Pinares. Brindan caridad desde hace 30 años.
“Como nosotros”
Los peregrinos provenientes de la Puna y los Valles Calchaquíes ingresan, mayoritariamente, al macrocentro por la calle Virgilio Tedín y desvían en Florida. Allí, en esa esquina parquizada de Villa San Antonio, a metros de la plaza y biblioteca Macacha Güemes, los esperaba una carpa estructural, siete gazebos, guirnaldas, música, una radio abierta, carteles, pasacalles, mesas, sillas, parrillas, ollas, choripanes, estofado de pollo, miles de fardos de agua mineral y gaseosas, masas dulces y saladas, frutas.
Alrededor de trescientas personas de todas las edades atendieron a los peregrinos. Desde la mañana del miércoles 13 de septiembre, hasta el jueves 14 al anochecer.
- Observo una prolija organización, y mucha inversión; ¿reciben ayuda del estado provincial o municipal? – consultamos a Marina Eguías. Ella es una joven profesora de Historia, vecina Villa San Antonio.
- ¡Para nada! Todo lo que ve lo hacemos nosotros, desde el Movimiento Evita y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Empezamos a organizarnos en agosto, hacemos rifas para juntar fondos, colectas, pedimos mercaderías.
- ¿Entonces es una acción política?
- ¡En absoluto! Desde 1993 recibimos a los peregrinos. El Milagro es fe, es amor, es pueblo; quienes peregrinan son como nosotros, humildes, trabajadores, mujeres, niños, gente grande, de edad, algunos en silla de ruedas, hasta de noventa años… Muchas personas salieron de sus casas hace cuatro días…
- Hace 30 años, ¿cómo empezaron?
- Nosotros, que vivimos acá en la ciudad, tenemos cerquita la Catedral, al Señor y a la Virgen, pero vamos poco. En cambio, ellos (los peregrinos) hacen muchos sacrificios para venir al menos para el Milagro. No es turismo de aventura, es la fe que camina, es el amor del pueblo…
- ¿Qué es la UTEP?
- Unión de Trabajadores de la Economía Popular, es el sindicato de los trabajadores sin derechos, de los excluidos del mercado laboral. Es una organización gremial independiente de todos los partidos políticos, nuestros principios son ninguna persona sin techo, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos.
- ¿A cuántas personas, peregrinos, sirvieron en estos dos días?
- Más o menos 40 mil personas…
DECLARACIÓN
- Dígame Beatriz, ¿por qué hace esto?
Su espontánea, sonriente respuesta emocionó:
- ¡Porque amo a Jesús!