BELLOS, NOBLES CORAZONES

BELLOS, NOBLES CORAZONES

Ornela Llanes, su esposo Juan Cruz y el vecino Julio Ontiveros rescataron el viernes 13 de octubre, desde el profundo canal de la avenida Hipólito Yrigoyen (ciudad de Salta) a un perro labrador. Y pagaron su atención médica. Pesa casi la mitad de lo normal.

 

(Portada: ORNELA Y JUAN CON EL PERRITO)

 

El maltrecho perrito había sido visto desde al menos el domingo 8 de octubre. Recibí incesantes mensajes el jueves 12 de octubre. Desconociendo si se trataba de mi perro Polo -desaparecido el 13 de julio – marché la mañana del viernes 13, en bicicleta, hasta el puente sobre el canal, en el cruce de Yrigoyen y calle Las Bumbunas, veinte cuadras al sur de la terminal de ómnibus de la ciudad de Salta.

Efectivamente, allí estaba el infortunado can. Con un collar, cabía sospechar que pudo caerse o cruelmente arrojado. Penoso su aspecto. Sucio, flaquísimo, enclenque. Me separaban de él más de seis metros de altura, con una pendiente de 45 grados. Imposible llegar, solo y sin cuerdas.

Entonces fui hasta la sede de los Bomberos Voluntarios, en la calle Alberdi 943, casi Zabala. En una camioneta de la fuerza, con el cabo Vivas y el bombero Pomeri, regresamos a la zona. El perro continuaba acostado en la margen de las fétidas aguas, sobre unos mugrientos trapos.

Al llamarlo, el pichicho comenzó a correr en dirección al Este, hacia el río Arenales. Indudablemente, escuchar una voz humana le recordaba pesadillas sufridas. Recorrió 700 metros, hasta que volvió sobre sus pasos.

Los bomberos, con sogas, descendieron al canal. El perro, aterrorizado, huyó. Perdiéndose de vista rumbo a la terminal.

Faltaba poco para las dos de la tarde. Los Voluntarios se resignaron. Dijeron que necesitarían refuerzos y se comunicarían.

 

Audacia y amor

“Con mi esposo decidimos que debíamos hacer algo. Juan fue a la ferretería y compró 25 metros de soga. Íbamos a bajar al fondo del canal”, contó Ornela.

Aproximadamente a las 15 de aquel viernes, Ornela y Juan fueron hasta un sector del canal más accesible, descendiendo, usando la soga. “Yo tenía un poco de miedo, nunca hice eso, es muy alto, pero bueno…”, sostuvo la joven.

Se acercaron adonde se encontraba el perro, que había regresado a su miserable “cucha”. Al verlos, el pichicho nuevamente se asustó, huyendo hacia el norte. Más de 700 metros, chapoteando en la podredumbre, andaban el solidario y valiente matrimonio y el perrito.

En eso intervino otro noble y audaz corazón, Julio Ontivero, provisto de botas de goma bajó al asqueroso canal. Se metió en las aguas y atajó al perro a la altura del puente sobre la avenida Independencia.

Del otro lado, estaba la pareja. Juan intentó, infructuosamente, enlazarlo. El asustado can, acorralado se puso a la defensiva, mostrando sus dientes.

Entonces Ornela se arrodilló y comenzó a llamarlo suavemente. “Y se me acercó, me miró, como diciéndome ´no me hagás daño´, y pude agarrarlo. Lo tranquilicé y entre mi esposo y Julio lo sacaron”, relató la chica.

Eran poco más de las cinco de la tarde.

“Retierno”

El perro hedía. El matrimonio lo llevó a donde viven y bañaron. Limpio, el rescatado evidenció su extrema delgadez, “los huesos pegados a la piel, pobrecito”, describió Ornela.

Tras dejarlo descansar, decidieron llevarlo a un veterinario. “No tenía plata, pero quiso Dios que me hablase Noemí Villaroel y me prestó dinero para pagar”, agradeció Ornela.

El profesional Luis Colque determinó que – más allá de su terrible flacura (pesa 20 kilos, debería pesar 35)- está sano. Le aplicó antiparasitarios, antiinflamatorio y antibiótico. Estimó que debe tener entre dos y tres años. Y volvió a la casa de la pareja.

“Es retierno, dulce, buenito; ahora está tranquilo, comió muchísimo, y no para de tomar agua; que le damos del dispenser. Pobre, antes tomaba agua podrida…”, relató.

¿Caben dudas de que los bellos valores de Ornella, Juan, Julio, Gisell Noemí son ejemplares? En realidad, imprescindibles. Para reconstruir la sociedad.

MOISÉS

El perrito pasó una temporada en el infierno. Tanto por sus penas, como solidaridad, esfuerzos, noblezas de sus héroes, merecía un hogar. Lo adopté. Con Ornela coincidimos en bautizarlo Moisés. Como el bebé rescatado de las aguas, quien se convirtió en el libertador y profeta del pueblo judío.

 

SOLIDARIDAD

Junto al joven matrimonio, colaboraron Gisell Ontivero; la maestra y proteccionista  Noemí Villaroel (quien facilitó el dinero para el veterinario), el decidido vecino Julio Ontiveros . Como decenas de personas en las redes sociales.

MOISÉS EN SU HOGAR

3 Comments

  1. Que bello que sigan existiendo personitas con alma buena y que se repliquen de a millones!!! No podía ser de otra forma que adoptes a Moisés, son casualidades… El próximo será Polo!!!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *