Umberto Eco aseguró que de no haber sido por las legumbres, la humanidad no habría salido de la Edad Media. Así lo escribió en el New York Times (1999)
(Imagen de la portada: “La cocina”, de Pasqualino Marchese
Al filósofo italiano le consultaron cuales fueron los grandes avances del milenio (1000 a 2000). Se inclinó por el poroto.
“Hace mil años estábamos en plena Edad Media… Digamos que hay por lo menos dos Edades Medias; una que va desde la caída del Imperio Romano, en el siglo V, hasta el año 999; y otra que comienza en el año 1000 y se extiende por lo menos hasta el siglo XV.
La Edad Media hasta el año 1000 fue un período de indigencia, hambre, e inseguridad. La población se reducía y debilitaba. La gente caía víctima de enfermedades endémicas (tuberculosis, lepra, úlceras, eczema, tumores)
Siempre es un riesgo aventurar cálculos demográficos del milenio pasado pero, según afirman algunos, en el siglo VII Europa había quedado reducida a apenas catorce millones de habitantes. La escasa población, sumada también a la escasa superficie de tierra cultivada hacía que casi todos estuvieran desnutridos.
A medida que se avanza hacia el segundo milenio, sin embargo, las cifras cambiaron. En los cinco siglos que siguieron al año 1000, la población de Europa se triplicó.
Es difícil establecer las causas de esta verdadera explosión europea.
Comida y población
Sin embargo, quiero hablar de los porotos, y de las arvejas y de las lentejas. Todos estos frutos de la tierra son ricos en proteínas vegetales. Los nutricionistas aseguran que un buen plato de lentejas o arvejas tiene el mismo valor alimenticio que un bife grueso y jugoso.
Ahora bien, en la remota Edad Media los pobres no comían carne, a menos que consiguieran criar algunos pollos o se dedicaran a la caza furtiva. Las presas de los bosques eran propiedad de los señores feudales. Como dije antes, la pobreza de la dieta engendrada una población desnutrida, flaca, débil, baja e incapaz de trabajar en los campos.
Cuando el cultivo de legumbres comenzó a extenderse, tuvo un profundo impacto en Europa. La clase trabajadora pudo consumir más proteínas y, en consecuencia, ganó en corpulencia y en expectativas de vida, engendró mayor número de hijos y repobló un continente.
Solemos pensar que los inventos y descubrimientos que cambiaron nuestras vidas dependen de máquinas complejas. La verdad, sin embargo, es que seguimos aquí -nosotros- los europeos, pero también descendientes de los Padres Peregrinos, y los conquistadores españoles -gracias a los porotos.
De no ser por los porotos, la población europea no se habría triplicado en unos pocos siglos, hoy no seríamos centenares de millones”