Desocupados y desocupadas; pobres: viejos y viejas; inmigrantes; solos y solas; presos y presas; enfermos y enfermas; desesperados y desesperadas, de todas las edades. Poco se habla de ellas y ellas. Cultura meritocrática y excluyente.
Por Dario Illanes
(imagen: EL PAPA EN SUS COTIDIANAS COMIDAS CON POBRES)
“Lo que logré y tengo me lo gané por mi propio esfuerzo”, dicen algunos y algunas con orgullo. Les asiste parte de razón. Tal vez reconocen a algunos familiares, sobre todo si contribuyeron con dinero. En realidad, además del esfuerzo personal, cualquier logro depende del concurso de apoyos materiales y espirituales. Tanto de quien da plata, trabajos o favores, como de quien tira buena vibra. Y de la sociedad en la que viven.
La moda neoliberalismo impuso como valor cultural dominante la meritocracia. En términos científicos sociales, el sociólogo alemán Max Weber, en su obra “Economía y sociedad” (1922) demuestra que los grupos dominantes tienden a justificar la legitimidad de sus privilegios al considerarlos resultado de su propio mérito.
La cuestión es que, en sociedades desiguales, el mérito es sólo una entre muchas formas de distribución de fortunas y pesares. Lejos de zanjarse, académica, política y socialmente.
Tanto Max Weber, el francés Michel Foucalt, como el argentino Juan Domingo Perón o Evita se dieron cuenta de que organizar la sociedad y la vida en torno a la ideología de la meritocracia erosiona las bases democráticas de la convivencia. La democracia es, en su definición más simple, la organización de las decisiones colectivas en torno al principio de igualdad entre todos y todas. Es, aplicada a la organización nacional, el gobierno del pueblo, y en éste participan tanto los talentosos como los más desaventajados, los esforzados y los flojos, los aptos y los ineptos. También en las empresas. Para que haya más ganadores que perdedores.
Valores
“El principal problema ético de esta sociedad capitalista es la creación de descarte para después tratar de ocultarlo para que no se vea. Una grave forma de pobreza de una civilización es no lograr ver más a sus pobres, que primero son descartados y luego escondidos”, expresó el papa Francisco.
El líder cristiano, desde marzo de 2013, insiste en remarcar la naturalización de las “vidas descartadas” y/o “vidas indignas”, en función del criterio de utilidad. Y que la sociedad actual usa esta vara de medir. Dejando de lado, explica el Papa Francisco, “lo que hace valiosa la vida humana”.
“Se evalúa sólo en nombre de la utilidad, mientras que se pierden los deberes imperativos de la solidaridad y la fraternidad”, aseguró.
Francisco, con mensaje milenario, reactualizado en Navidad, es el casi único líder mundial hablando del valor intangible de la vida humana. Desde el niño por nacer a inmigrantes, pobres, desocupados/as, desafortunados/as o quienes agonizan.
Convoca a replantearse los sistemas y modelos económicos hasta ahora vigentes. Para la construcción económica que transforme y cuide la vida humana y planetaria.
Lejos de la cultura del descarte.
FUNDAMENTO
“En realidad, una sociedad merece la calificación de ´humana´ si desarrolla anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad es activamente practicada y salvaguardada como fundamento de la convivencia” Papa Francisco.
INCLUSION
“Con personas sumidas en la pobreza, urge voltear la mirada hacia los más vulnerables, ir a las periferias y reconstruir un sistema económico más incluyente, que brinde mayores oportunidades de crecimiento y desarrollo, que haga circular la riqueza para distribuirla más equitativamente y que permita que ésta llegue a los rincones del planeta donde existe mayor necesidad” Papa Francisco.
MERITOCRACIA
El concepto fue utilizado por primera vez por el sociólogo Michael Young. En 1958 en su obra “The Rise of the Meritocracy”. Presentó un futuro distópico en el que el Estado sólo valoraba la clase social y la inteligencia por encima de todo, seleccionando a los miembros de la élite y olvidando al resto.