El brutal asesinato de Morena Domínguez, de once años, ocurrió a cuatro días de las elecciones primarias en la Argentina. Multiplicando el hartazgo de la sociedad. Aumentando quien sabe a qué niveles los escepticismos, distanciamientos, desesperanzas, las nulas ganas de ir a votar.
Desalentadora era la situación en vísperas de las PASO. Ante la desbocada inflación, el dólar blue a $ 600, injusticias, pobrezas. En el mejor de los casos, ya reinaba el desinterés y la indiferencia ante los comicios del domingo 13 de agosto.
Pero tras el espantoso crimen de la niña de once años – la mañana del miércoles 9 de agosto, en Lanús, provincia de Buenos Aires – la repulsa, dolor, asco desataron un sentimiento popular de incalculables consecuencias.
Morena pertenece al 64% de niños y adolescentes que viven en la pobreza. En una tierra rica.
En toda la Argentina, la mayoría de la población está descreída y enojada con quienes ocupan cargos en el Estado. Sean gobernantes, legisladores, funcionarios judiciales. Como también a quienes se postulan para ocupar esos lugares.
Dramas diarios
La percepción popular es que los gobiernos – del signo político que sean – nada hacen para beneficiarlos. Cada vez son más pobres. Pero – como ejemplo – concejales de la ciudad de Salta cobran un millón de pesos. Mientras los laburantes y vecinos son robados. O mujeres asesinadas. Observando que la justicia actúa con distinta vara, de acuerdo al poder.
El asesinato de Morena es la expresión más brutal de un drama cotidiano y sin solución. En toda la patria. La indefensión del pueblo. Lo que le pasó a Morena le puede pasar a cualquiera de nosotros. La tragedia de la nena de Lanús une en el espanto a todos los argentinos.
Una niña de 11 años, asaltada, golpeada, matada por motochorros. Que le robaron el celular para cambiarlo por paco. Cuando iba a la escuela. Violencia de pobres contra pobres. Violencia de un estado insensible.
Porque vivir duele todos los días.
MAMÁ EN SALTA
La nena fue asaltada y asesinada el miércoles a las 7.25, camino a la escuela. Vivía con la abuela, debido a que su mamá se vio obligada a trabajar en la provincia de Salta.
CINISMO
Antonio regresa al auto, sin novedades de mamá Cora. Con una empanada en la mano, le comenta a su hermano Sergio:
- ¡Qué miseria! ¿Sabés lo que tenían para comer? ¡Tres empanadas! ¡Me partieron el alma! Tres empanadas que les sobraron de ayer, para dos personas…
Y, mordiendo la única comida que le saco a la familia, agrega:
- Dios mío, ¡qué poco se puede hacer por la gente!
(“Esperando la carroza”. Película de Alejandro Doria, 1985)