El viudo, al declarar, dio su versión defensiva sin lograr despejar las sospechas por las que está acusado de encubrir el crimen. Insistió en la ausencia de dinero malhabido y drogas en el maletín ensangrentado. Los testigos complicaron la situación del “campana” Sergio Vargas. Con 41 puñaladas asesinada el 27 de enero de 2017, nada se sabe de los homicidas.
Amor, infidelidades y traición; sensibilidad artística y codicia; dulzura y brutal alevosía; ternura y frío cinismo; sospechas y silencios. Dinero sucio, drogas y muerte. Aunque parezcan los elementos necesarios para una exitosa novela negra o popular thriller, son las situaciones y sentimientos que dramáticamente se desprenderían del aún impune asesinato de Jimena Salas.
La mujer tenía 44 años, era escritora amateur y madre de dos hijas mellizas de tres años. Estaba casada con el gerente de una destacada cadena de electrodomésticos. Vivía en la fortaleza de su hogar, en el barrio San Nicolás, de Vaqueros. Sin embargo, dos personas entraron sin forzar nada y la asesinaron, impiadosamente, de 41 puñaladas.
Pese a que hasta el momento se desconoce quienes la masacraron, ayer comenzó el juicio contra el viudo, Nicolás Federico Cajal Gauffin y Sergio Horacio Vargas. El primero está acusado de encubrimiento agravado, o sea, de ocultar los móviles y autores del homicidio. El segundo, de ser el cómplice necesario que ofició de entregador y campana.
El debate comenzó a las 9 del lunes 3 de mayo, con la lectura de la requisitoria fiscal por los delitos de “homicidio triplemente calificado por ser cometido con alevosía y ensañamiento y por precio o promesa remuneratoria” y encubrimiento agravado.
Muerta y las hijas encerradas
Tras comunicar las acusaciones, Nicolás Federico Cajal Gauffín decidió declarar. Aseguró estar
“dispuesto a colaborar para el esclarecimiento del crimen”. Según él, como lo hizo “desde el primer momento”
Luego describió lo que hicieron junto a Jimena desde que se levantaron aquel 27 de enero, hasta que arribó a la vivienda y la encontró tirada en el piso ensangrentado. “Me acerqué a ella. No tenía pulso, empecé a llamar a mis hijas. Una de ellas tiene autismo. Las busqué en todas las habitaciones sin encontrarlas. Mientras tanto llamaba al 911. Después escuché a las nenas llorar dentro del baño. Al abrir, vi que una de ellas tenía la remera ensangrentada”
Al referirse a su estado anímico cuando llegó la Policía, sostuvo que su serenidad obedeció a la necesidad de mostrarse tranquilo ante las hijas. Aseguró que los únicos bienes en su casa se encontraban dentro de una caja fuerte en el placard, en donde guardaban alrededor de 10 mil pesos, 400 dólares y algunas joyas de Jimena. Nada faltaba.
Cajal reconoció haberle sido infiel a su pareja, con una sola mujer, describiendo que sólo se trataba “de sexo”. Destacó el fin de la relación con la muerte. Empero, contó que nueve meses después del asesinato, formó pareja nuevamente, con una mujer a quien sus hijas le dicen “mamá”
El maletín
De acuerdo a la acusación, Cajal ocultó el contenido de un maletín hallado en el dormitorio, vacío y con huellas. Una pericia con perros entrenados determinó que en el mismo hubo dinero y drogas. Empero, el acusado contradijo esto y sostuvo que dos antes había trasladado efectivo de un préstamo para construir su casa en Vaqueros.
Sus palabras parecieron resultar insuficientes para rebatir la investigación. La requisitoria describió que los asesinos se dirigieron directamente hasta ese maletín, dejando un reguero de sangre en el trayecto y en él. De éste se tomaron dos huellas de ADN masculino, sin identificación hasta el momento.
Las sospechas fiscales apuntan a una casa “entregada”
Los investigadores concluyeron que “el imputado intentó instalar desde los primeros minutos del abordaje policial la teoría de un robo frustrado al azar, omitiendo la sustracción ahora probada”. Asimismo, entre las pruebas contra Cajal, se mencionó que el hombre mantuvo una conversación telefónica en julio de 2017, en la cual “se hizo referencia expresa a maniobras propias de actividades ilícitas, con terminología utilizada en la jerga del comercio de estupefacientes, donde se asocia el resultado muerte del suceso a vinculaciones con el tráfico de drogas, lo que permite corroborar el contenido del maletín periciado”
La falsa hipótesis
La acusación contra Cajal refiere que éste “deliberadamente omite brindar información, tergiversa datos, e impide una tarea investigativa eficiente, actitud que supera una mera renuencia y que, a la luz de las circunstancias, ostenta contenido criminal, por aparejar una efectiva obstaculización al proceso investigativo”.
Asimismo menciona: “en numerosas oportunidades y desde el comienzo de la investigación el imputado ha manifestado que no se sustrajo elemento alguno de su domicilio, negando la presencia de elementos de valor o susceptibles de ser objeto de robo, lo que determinó que el curso de la investigación siempre se abordara con presunción de un robo frustrado al azar y consecuentemente a una multiplicidad de hipótesis”.
Los fiscales entendieron que la omisión de dar a conocer que en el maletín secuestrado de su habitación y que se encontraba semiabierto, “contenía dinero tanto nacional como extranjero y sustancia prohibida, es determinante y permite presumir que el imputado no quiso hacer referencia a esta situación porque ello daría paso a que los investigadores lleguen a indagar la procedencia de esos elementos… y con su accionar futuro, al intentar por diversos medios cobrar la póliza de seguro por la muerte de su pareja, Jimena Salas”
MARCADOR Y CAMPANA
De acuerdo a la acusación, los asesinos “contaron con la activa colaboración del imputado Sergio Vargas para la perpetración del hecho”
Las pruebas contra Vargas aluden a declaraciones testimoniales señalándolo, entre las cuales se encuentran los testigos de ayer. El imputado habría preguntado en el barrio acerca de una “señora que tiene unas hijitas, en calle Las Virginias”. También que habló con sujetos portando un perro en sus brazos (probable ardid para ganarse la confianza de Salas) Por otra parte, informes de telefonía confirmaron que Vargas utilizó líneas telefónicas registradas a su nombre y prepagas con una “actividad inusual, intercambiando tarjetas SIM de diversas compañías de manera permanente y llamativa”. Este manejo celular comenzó el 4 de enero, en Vaqueros.
LA ALARMA
El informe de la empresa proveedora del servicio de alarmas confirmaron que fue apagada –por el propietario – el 26 de enero y restablecida el 30 del mismo mes, sin intervención de los técnicos.
EL PERRO
Un compañero de trabajo del imputado declaró que cuando llegó a Vaqueros, el 27 de enero de 2017, Cajal le dijo “la mataron a mi mujer… por culpa de ese perro de mierda la mataron a mi mujer…”. Este comentario no fue conocida sino tiempo después. Supuestamente, el viudo no podía conocerla. La hipótesis de los dos sujetos que aparecieron con un perro, fue elaborada en octubre de 2019.
DIXIT
“Me encantaría saber quién y por qué mataron a Jimena”, dijo Cajal en su declaración.
TRIBUNAL
El juicio se desarrollará hasta el 21 de mayo y es conducido por los jueces Francisco Mascarello, Federico Diez y Javier Armiñana Dohorman. Por el Ministerio Público intervienen los fiscales penales Ana Inés Salinas, Gustavo Torres Rubelt y Ramiro Ramos Ossorio.
Marcelo Eduardo Arancibia y Luciano Romano son los defensores de Sergio Horacio Vargas. Marcos Rubinich defiende al imputado en relación a la acusación de la querella y la actoría civil. Pedro Javier Arancibia interviene como defensor de Nicolás Federico Cajal Gauffín.
Marta Verónica Aguilar Bossini se desempeña como querellante y actora civil. La asesora de Incapaces 2, Claudia Mariela Flores Larsen, representa a las hijas menores de la víctima.