Sus cabecitas destrozadas a pedradas. Octavio, de seis años, y su hermana Melani, de nueve. Secuestrados, drogados, torturados, la nena violada por dos perversos. Marcelo Torrico, uno de los asesinos, tras 24 años preso, quedará libre.
Por Dario Alberto Illanes
El pasado martes 10 de mayo se cumplieron 24 años del alevoso asesinato de los hermanitos Leguina. Fueron secuestrados el 4 de mayo de 1998.
El colectivo los dejaba a más de diez cuadras del comedor infantil “Casita de Belén”, en el barrio San José, sobre la calle Mariano Moreno, casi Larrea, al lado de la iglesia San José Obrero. Octavio y Melani Leguina caminaron la avenida Coronel Vidt, poco antes de las 8 del lunes 4 de mayo de 1998. Debían doblar hacia la derecha en la calle Olavarría. Dos meses antes Octavio había comenzado el primer grado. Ese día las criaturas no llegaron al deseado desayuno.
A las 11 de la mañana del lunes 4 de mayo, desde la subcomisaria de Villa Asunción me pasaron el dato de que dos niños no habían llegado a la escuela. El informante dijo “seguro faltaron para irse al centro”. Intuí algo feo. Fui a la casa de los padres, en el por entonces asentamiento Alto la Viña, al oeste de la ciudad. La mamá María Rosa contó: “mis hijos son muy buenitos, tímidos, jamás se escaparían”
Las ausencias de los niños se convirtieron en las peores sospechas cuando, a la siesta, se encontró la mochila de la nena, tirada en la calle detrás de la escuela de San Luis. Al regresar de éste lugar conté mis tenebrosas impresiones al jefe de Policiales del diario El Tribuno, Rubén Arenas, y al jefe de Redacción, Bernardo Rabinowicz. Coincidieron. Escribí con cautela lo que salió publicado el martes 5 de mayo de 1998.
Cuando a la noche llegué a mi hogar, en vez de sonrisas, abracé lagrimeando a mis hijas, de dos y un año. Desde aquel día, dicho medio y quien suscribe investigamos periodísticamente la desapariciones de Octavio y Melani. Abordamos otras hipótesis y caminos diferentes a la de los investigadores. Con estos compartíamos datos. Logrando el encono del juez a cargo.
La tarde del domingo 10 de mayo conocimos que los niños habían aparecido. Muertos. Trescientos metros al norte del cementerio de La Silleta. En potreros supuestamente rastrillados por efectivos policiales.
Aquella soleada tarde dominguera, en la cancha Fray Honorato Pistoia, los hinchas santos saltaban con la goleada que Juventud Antoniana le propinaba a Alianza de San Juan. Inesperadamente, por los altavoces se anunció que los hermanitos Leguina habían sido hallados. Muertos. Todos enmudecieron. Muchos lagrimearon.
Espanto
Dos momentos me marcaron hasta el presente: ver las cabecitas reventadas de la nena y el nene, y sentir el dantesco olor de sus cuerpitos en la morgue.
Melani y Octavio fueron interceptados en la Coronel Vidt por un remis conducido por Torrico. Junto a Ariel Brandán los subieron al auto. Ambos estaban intoxicados con alcohol y droga. Marcharon hacia la ruta 51. Se detuvieron pasando la rotonda de Limache. Entre ambos les metieron a los niños cocaína, por sus narices y bocas.
Luego, comenzaron a violar a la nena, delante de su hermanito. Cuando, en la autopsia, hallaron cabellos en las manos de Octavio, se pensó que pertenecían a los depravados. En realidad eran del mismo nene. Horrorizado, desesperado, impotente, se arrancó sus propios pelos. Ambas criaturas fueron quemadas con cigarrillos.
Consumadas sus maldades, Torrico y Brandán llevaron a la pequeña violada y desvanecida y al nenito silenciosamente aterrorizado hasta el descampado de Villa Lola. Los bajaron del auto y arrojaron sobre los yuyos. Los asesinaron a pedradas.
Pasaron siete meses sin identificar a los autores. Dos suboficiales de la Brigada de Investigaciones llegaron hasta una chica, quien resentida sentimentalmente señaló a Marcelo Torrico. En marzo de 1999 éste fue arrestado. Poco después, cayó su sumiso cómplice, Ariel Brandán.
El 10 de diciembre de 1999, el tribunal presidido por Alberto Fleming, Susana Sálico de Martínez y Antonio Morosini condenó a reclusión perpetua y reclusión por tiempo indeterminado a Torrico y Brandán. Por el secuestro, drogadicción, violación de la nena y asesinato con saña y alevosía. La fiscal Herrera de Gudiño describió que el motivo fue “la satisfacción sexual de los acusados… y el asesinato fue un medio favorable para ocultar el crimen”.
LIBERTAD
La jueza de Garantías Nº1, Ada Zunino, contó que Torrico saldrá en libertad total el próximo año. Esto por cuanto se cumplen 25 años de la condena. Pese a que está en condiciones legales de hacerlo, el asesino no solicitó la libertad condicional. Dijo que, cuando obtenga su libertad, se mudará adonde reside su familia paterna, en Bolivia.
PSICOPATAS
El encanto, muchas veces asociado a atractivo físico, caracteriza a las personas con psicopatía. Esta, según la mayoría de los estudios psicológicos, no es una enfermedad sino un trastorno de la personalidad para el que no hay tratamiento. Sin embargo, también se dice que en diversos grados, cualquier ser humano padece estos rasgos anómalos. Puede reconocerse el peligro cuando se advierte carencia de empatía, crueldad e insensibilidad. No sentir el sufrimiento del otro.