Era su tierna mirada, paseando juntos, durmiendo al lado de mi cama. Era su franca alegría, ternura, bondad e incondicional amor. Un ángel meneando la cola.
Polo era belleza, humildad, fuerza, dulzura y sencillez.
Nos habíamos mudado desde el barrio Los Lapachos (ciudad de Salta) -de calles tranquilas y un inmenso parque – al macrocentro. Siete años bendecido con las tremendas, nobles, simples e infinitas virtudes, tal vez sobrehumanas, de Polo.
Un labrador retriever de 7 años, macho sano, color amarillo, de 40 kilos.
El jueves 13 de julio de 2023 era una soleada pero fría tarde. Mientras escribía para el diario, Polo se acercó al escritorio, puso su cabezota sobre mi muslo derecho mirándome tierna y silenciosamente. Era su modo de pedir salir para hacer sus necesidades.
En nuestro anterior hogar, cuando él requería mi atención y estaba concentrado en el trabajo, imposibilitado de ir juntos afuera, le abría la puerta. Más bueno que el pan, manso y cariñoso, los vecinos humanos y de cuatro patas eran sus amigos.
Polo, sin mi compañía, tras desahogar su cuerpo, renovar sus marcas perrunas y renovar asombros, a lo sumo en media hora regresaba.
He tomado malas decisiones y cometido muchos errores en mi vida. Hace un año, abrirle la puerta, dejarlo salir, en un nuevo vecindario, fue una imperdonable decisión y fatal error.
Sin rastros
A las dos horas concluí mis obligaciones y llamé a Polo. Ya era de noche.
Ante su inédita ausencia salí a buscarlo. Angustiado, temí lo peor: Polo atropellado por algún vehículo, agonizando o muerto sobre el asfalto. Amplié la búsqueda en un radio de siete cuadras a la redonda. Ningún rastro.
En bicicleta fui más lejos. A las tres y media de la helada madrugada del viernes 14 de julio regresé.
Desde aquel día, durante seis meses, busqué a Polo. Volví a la zona sur y recorrí todos los puntos cardinales de la ciudad de Salta. Por las redes sociales divulgué sus características e imágenes, rogando datos sobre mi amigo.
Recibí alrededor de 900 mensajes, audios, videos, enviados por buenas almas. Contaban que lo habían visto en tal o cual lugar. En varias ocasiones, salí en bicicleta de madrugada y/o bajo el agua.
Sé que Polo no está muerto. Desorientado en desconocidas calles, tras la mudanza, perdió el camino a casa. Alguien, pensando que era un amable y bonito perro callejero, lo alojó.
Polo y yo nos extrañamos.
FAMILIA
Polo es dulce, inteligente, amable, noble, enérgico, sociable, buenazo. Curioso, aventurero, explorador, confiado. Era y es mi familia.