Un hombre recurrió a un brujo para pedirle algún hechizo que le permitiese concretar sus deseos sexuales con la hija de su pareja. Una chica de 14 años. Concretó el abuso. Pero el gualicho no le sirvió para escapar de la Ley. Fue descubierto, detenido y finalmente condenado a ocho años de prisión por estupro.
La investigación se inició con una causa judicial federal. Los sabuesos estaban tras los pasos de un “curandero” salteño, a quien se investigaba por narcotráfico. Durante una escucha telefónica reservada, se detectó una llamada de un cliente, solicitando “alguna brujería” para poder abusar sexualmente de su hijastra, con quien convivía.
La fiscalía federal, interviniente en la causa originaria, dio intervención a la jurisdicción provincial. Los investigadores no les preocupó si se había concretado la supuesta brujería, sea con “gualichos” o “amarres de amor”. Los investigadores dirigidos por la fiscalía penal estableció que, efectivamente, el abuso sexual con acceso carnal se produjo. De inmediato fue detenido.
Estupro
En la audiencia de debate, la defensa del acusado alegó que se trataba de una relación sexual bajo las características del estupro, que contempla entre tres y seis años de prisión para quien lo comete.
No obstante, los jueces de la Sala II del Tribunal de Juicio de Tartagal, integrado por Sandra Sánchez, Anastasio Vázquez Sgardelis y Soledad Rodríguez, condenaron al hombre, de 42 años, por ser autor del delito de abuso sexual simple agravado por la situación de convivencia preexistente y la minoría de edad de la víctima y de abuso sexual con acceso carnal agravado por la situación de convivencia preexistente y la minoría de edad de la víctima en concurso real.
Por estos delitos le impusieron la pena de ocho años de prisión de ejecución efectiva.