“Vaya y escriba la mejor nota de Buenos Aires sobre Robledo Puch”, ordenó Jacobo Timerman, director del diario “La Opinión”, al periodista Osvaldo Soriano.
El jefe de Redacción del diario Kansas City Star había puesto un papel en los escritorios de los periodistas:
“Escriba con frases claras y concisas. No se haga el artista”
Ernest Hemingway siguió esa consigna trabajando de periodista. Y como escritor. Recibió el Nobel en Literatura.
“¿Qué será la mejor nota sobre Robledo Puch?”, se preguntó Soriano. Conocía apenas lo que las mayorías: Carlos Eduardo Robledo Puch, un “chico bien” de Olivos (Buenos Aires) a los 19 años había sido detenido, acusado de doce homicidios, 19 robos y dos secuestros.
Osvaldo empezó por recopilar todo el material publicado. Confrontó y analizó los textos. Fue adonde vivió el asesino serial y a las escenas de los crímenes. Entrevistó a tres testigos claves. El fin de semana se puso a escribir, con los datos e información reunidos, y llenó los huecos con lo que imaginó.
El artículo que entregó al jefe comenzaba: “Robledo está impaciente. Ibáñez lo calma. No todo es tan fácil como parece. Hay que entrenarse, como en el fútbol, para no fallar nunca”. A la semana siguiente, Timerman le dobló el sueldo.
La publicación es una obra maestra del periodismo y la literatura.
Brillos
Hemingway se propuso y logró hacer crónicas, informes, comentarios “obteniendo el máximo del mínimo”. Con oraciones sencillas, descripciones acotadas, multiplicaba la intensidad narrativa. Con datos e información escueta, contaba más allá de la verdad evidente.
Hemingway llamó a su estilo “teoría del iceberg”. Los hechos flotan sobre el agua, y son la menor parte. Lo más importante se encuentra sumergido, entrelíneas, sugerido. Describir lo evidente, dando indicios de que lo que ocurre debajo de la superficie.
El periodista y escritor creía que el significado más profundo de una historia no debía ser evidente en la superficie. Sino brillar implícitamente.
“Y todo en media hora”
“El periodismo (bien hecho) es un trabajo laborioso”, dijo Osvaldo Soriano. Dando como ejemplo cuando – en horario de cierre- hay que informar, contar una historia, con pocos datos, escasas fuentes, para llenar la mitad de una página, con un título y copete que irá a la tapa. Y todo en media hora.
Esa exigente práctica la llevó a sus novelas y cuentos. “Dejar espacios para que se construya otra historia, otro mensaje que no es el mío”.
El autor de “Triste, solitario y final”, o “No habrá más penas ni olvido” contó que el periodismo fue su modo de ganarse la vida, “pero es uno de los trabajos más difíciles de dejar”.
Pese a que “uno está solo como un perro y nadie te puede ayudar”
PERIODISTAS
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