El diagnóstico sobre la reforma constitucional salteña conduce a pensar que más que un debate que enriquecerá las ciencias jurídicas se tratará de un trámite entre dirigentes. Así, la apatía de la ciudadanía frente a la política, como es lógico, cada vez será mayor.
Franco Hessling
A poco de las elecciones provinciales hay que recuperar aquello que las hacen particulares en relación con el resto de las provincias: en Salta se votarán convencionales constituyentes que que luego conformarán por única vez la asamblea que buscará consumar aquellos cambios que pretende el Ejecutivo provincial.
El diagnóstico previo sobre la composición de la asamblea, que se determinará luego del resultado de las elecciones que serán en menos de dos semanas, es una prolongación de lo que se espera para todas las otras ternas en disputa. Es decir, se espera que el oficialismo arrase y coloque a la mayor parte de los convencionales.
Además, aquellos que a priori no parecen aliados directos del oficialismo, en última instancia están de acuerdo con el grueso de las propuestas del Grand Bourg y seguramente acompañarán la reforma tal cual como la pretende el Gobierno de la Provincia. En esa línea está, por ejemplo, el ala romerista y algunos sectores del peronismo no oficialista.
Desde un punto de vista ciudadano, dadas las cosas, hay que decir que la falta de diferencias entre el oficialismo y varias alas de la oposición, tanto como el desconocimiento sobre presentaciones en contra de la Reforma, hacen que los salteños estén huérfanos de democracia, mas no de dirigentes que administran a placer el estado.
Hermetismo aburrido
Hay que recordar que el proyecto de reforma que presentó el Ejecutivo ante el Legislativo, que lo aprobó sin sobresaltos, recibió cuestionamientos de todo orden y presentaciones que fueron hasta la Corte de Justicia. Esa instancia, claro, desconoció las presentaciones a paladar del oficialismo provincial y sus aliados, algunos visibles y otros tras bambalinas.
La convención que celebrará la Asamblea Constituyente, entonces, no será más que un asunto administrativo, que para nada dejará grandes debates para la historia de las ciencias jurídicas ni para la memoria cultural salteña. Al contrario, lo que puede anticiparse es un hermetismo aburrido sobre los imperativos que impone Grand Bourg.
Hay que resaltar que este tipo de pantomimas institucionales son un vaciamiento más de la democracia y sus instituciones y que ello trae aparejada más despolitización. Se incremente la incredulidad, y con razón, y hay una cada vez más marcada diferencia entre la clase política y los ciudadanos.